El 14 de marzo de cada año es el dia Europeo de Prevención del Riesgo Cardiovascular. Con tal motivo, hemos hecho una profunda revisión del tema, de la cual ha surgido este “Decálogo para personal clínico”, con el cual pretendemos llamar la atención de la comunidad científica sobre la relación entre tabaco y enfermedad cardíaca.
Esperamos que os aporte conocimiento y motivación para abordar esta lacra que siega la vida de vuestras pacientes, que os ayude a contestar sus preguntas y que sea un granito de arena más que haga que la balanza se incline definitivamente hacia la consecución de un consejo sanitario para dejar de fumar efectivo y universal. Ellas se lo merecen.
Este es el Decálogo de verdades que confluyen en esta peculiar relación.
- El papel del tabaquismo como factor de riesgo cardiovascular (FRCV) es crucial, y su abordaje y tratamiento debería ser una prioridad tanto en la prevención primaria como secundaria de la enfermedad cardiovascular (ECV 1.
Sin embargo, ¿es realmente así? ¿O el habitualmente se da preferecia al abordaje de la hipertensión, la diabetes o la dislipemia? 2
- El consumo de tabaco aumenta el riesgo de sufrir enfermedad coronaria, cerebrovascular, arterial periférica y aneurisma de aorta 3.
Con diferencias según los estudios, fumar triplica el riesgo de infarto y muerte súbita3,4 y duplica el de ictus5. Se calcula que un 35% de los infartos son debidos al tabaco4.
- En prevención primaria, la medida que habitualmente tiene mayor impacto en el riesgo cardiovascular (RCV) de un paciente fumador es el abandono del tabaquismo, con el beneficio añadido de la reducción de riesgo sobre otras enfermedades no cardiovasculares y sobre personas no fumadoras.
La disminución de la mortalidad por cardiopatía isquémica en los últimos 50 años se debe, en gran medida, a la disminución del consumo de tabaco. También ha contribuido la mejora en los tratamientos cardiológicos6.
- El tratamiento de la dependencia a la nicotina es considerado un “patrón de oro” en cuanto a efectividad y eficiencia debido a la gran cantidad y calidad de las evidencias que lo apoyan7 y es limitado en el tiempo. Lejos de incluirlo en las “recomendaciones de estilo de vida”, deberíamos considerar seriamente incorporarlo a nuestra rutina clínica habitual con todas sus consecuencias.
- Si el paciente es fumador, e independientemente de otra circunstancia, habitualmente el tabaquismo va a ser el FRCV que aporte más riesgo absoluto, y un número de pacientes a tratar (NNT) más bajo para la prevención de la ECV.
Haced números.
- Fumar menos no sirve (casi) de nada a nivel cardiovascular.
Además de la gran dificultad de reducir el número de cigarrillos y de mantenerse fumando menos (es una dependencia), esta disminución no modifica el riesgo8,9.
Existe una relación no lineal entre la intensidad de la exposición al humo del tabaco y la cardiopatía isquémica. Fumar poco10,11, e incluso la exposición pasiva al humo de tabaco aumenta mucho el RCV12.
- Siempre es beneficioso dejar de fumar en términos de supervivencia, aunque cuanto antes se deje, más beneficios se obtienen.
Cuando se deja de fumar antes de los 35 años la supervivencia es similar a la de los no fumadores13. Después de esa edad, el abandono del tabaco sigue siendo beneficioso, ya que, si bien la supervivencia no se equipara a la de aquellos que nunca han fumado, sí es mejor que la de los que continúan haciéndolo.
El RCV del exfumador nunca se iguala al de los que nunca han fumado, aunque a los diez años sin fumar se acerca mucho14,15.
- Las mujeres son especialmente susceptibles a los efectos del tabaco sobre la ECV.
Además de las peculiaridades de la ECV en el género femenino, poco representado en los ensayos clínicos, sabemos por estudios poblacionales que son especialmente susceptibles a la acción del tabaco en la génesis de la ECV, un 25% más que los hombres16(RR de infarto en mujeres fumadoras 2.24 y en hombres fumadores 1.43), de forma que el 50% de eventos coronarios en mujeres serían atribuibles a fumar.
- El aumento de peso que puede producirse al dejar de fumar no repercute en la disminución del riesgo de ECV.
El aumento de peso que se produce al dejar de fumar, en la mayoría de los casos menor de 4 kilos y prevenible, tiene una incidencia mucho menor que el tabaco en la salud, economía y calidad de vida, y sabemos que no influye en la disminución de eventos vasculares17
- En prevención secundaria, dejar de fumar después de un infarto disminuye el riesgo de mortalidad en mayor proporción que las estatinas, la antiagregación, y los betabloqueantes.
Dejar de fumar después de un infarto disminuye el riesgo de mortalidad entre un 36%18,19 y un 46% según distintos metaanálisis. Muchas otras medidas consideradas imprescindibles disminuyen el riesgo en menor proporción. Así, las estatinas pueden disminuir el riesgo hasta en un 30%20, la antiagregación un 23% 21, y los betabloqueantes un 20%22. Sin embargo, no siempre se proponen programas para dejar de fumar en un paciente dado de alta por un síndrome coronario agudo, y se deja a menudo como una simple recomendación.
No es difícil dar un buen consejo sanitario para dejar de fumar, y las razones son muchas y poderosas. Vuestro consejo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte de vuestras pacientes. ¡Qué no se vaya ni una sin consejo!
Eduardo Olano y César Minué
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